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Thread: Historia real

  1. #31
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    Poesía

    Hoy por la manaña
    me desperté aburrida
    entonces hice gimnasia
    muy cerca de mí casa
    a dos cuadras de la esquina
    de la plaza al lado de la playa

    salto en rana
    patada alta
    como loca saltaba
    y también bailaba

    mientras me ejercitaba
    con mí calza blanca ajustada
    y mí remerita corta
    un perro chiguagua
    me da un mordisco en mí nalga
    yo muy enojada
    le dí su patada
    en las bolas del perro chiguaga
    mientra griaba yo saltaba
    en los huevos del chiguaga

    mientra con alegría lo realizaba
    una muchacha vestida de policía
    enojada me dice que haces muchacha

    no los ves estúpida
    que lo que hago es dara patadas
    al perro chiuaga
    eso esta muy mal muchacha
    eso hazlo a los ladrones de la plaza

    que bella oferta la muchacha
    me obsequia muy temprano en la mañana
    ella vestida de policía y yo de desportista
    patrullamos la plaza
    en busca de un par de bolas para patearlas

    una muchacha con pollera corta
    bota alta hasta la rodilla,
    remera blanca corta vieja y ajustada
    es molestada por un mal micho
    en la esquina de la plaza

    la bella baja policía
    escuchaba y miraba lo que pasaba
    enojada me dice ve tú hermosa muchacha

    yo conenta observa
    como el mal chico tomaba
    la cartera de la bella
    alta hermosa muchacha

    ella con cara de furiosa
    decide dar una patada alta
    en las bajas bolas
    del tipo que la molestaba

    mientras obsevaba a la muchacha
    dar carjagadas y risotadas
    también observaba como saltaba
    el mal chico después de la patada

    mientras continuaba observando lo que pasaba
    la muchacha enojada usaba la cartera
    como arma para continuar con la ballbustinería

    mienstras el mal chico bajaba
    del gran salto que realizaba
    la muchacha enojada le daba
    un carterazo en la bola derecha

    mientra el mal chico gritaba
    la gran alta muchacha
    le daba otro carerazo en la bola izquierda

    yo muy inquieta obsevaba
    como la gran hazaña y aventura
    de la muchacha castraba
    la bola derecha y la bola izquierda

  2. #32
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    El testículo delator

    Es cierto! Siempre he sido nerviosa, muy nerviosa, terriblemente nerviosa. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loca? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loca, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

    Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Quería mucho a mí esposo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue sus testículos. ¡Sí, eso fue! Tenía unos testículos semejante al los de un toro... Unos bien grandotes y regordetes. Cada vez que me los mostraba, en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a reventarlos, a darle una buena patada y librarme de aquellos huevos grandotes para siempre.

    Presten atención ahora. Ustedes me toman por loca. Pero las locas no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad se los reventé! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con mí esposo que la semana antes de castrarlo. Todas las noches, hacia las diez, hacía yo girar el picaporte de nuestra habitación y la abría... ¡oh, tan suavemente! Entraba a la habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su sobre nombre sexual “torito” con voz cordial y preguntándole cómo había pasado el día en el trabajo. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un esposo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente después de las diez, iba yo a mirarlo mientras él veía los resúmenes de fútbol.

    Al llegar la décima noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que mí esposo ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no.

    Había ya pasado la cabeza y me disponía a con mí filoso cuchillo cortarle sus testículos, cuando mi pulgar resbálo en el picarporte metálico de la puerta y mí esposo se enderezó en la cama, gritando: -"¿Quién está ahí?" Permanecí inmóvil, sin decir ninguna palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama.

    Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que un gato en la chimenea... o un perro que ladró una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la castración se había aproximado a él.

  3. #33
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    Después de haber esperado largo rato, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre sus grandotes y carnosos testículos.

    Eran dos grandes pelotas, bien separada de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras los miraba. Lo vi con toda claridad, semejantes a los de un toro o un caballo bien peludos, como una horrible tela araña que me helaba hasta los ovarios. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo de mí esposo, pues, como movida por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia su punto débil y maldito.

    En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el sonido de la excitación testicular de los grandes y envidiosos testículos de mí bello esposo. Al ver su gran pene erecto, aumentó aún más mi furia

    Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callada. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre sus grandotes testículos. Entretanto, la infernal erección de su pene iba en aumento. Se hacía cada vez más rápida, cada vez más fuerte, momento a momento. La excitación de mí esposo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nerviosa. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella, antigua hermosa lujosa mansión, un pene erecto tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero sus huevos crecía cada vez más fuertes y más grandotes sus pendejos se erizaban! Me pareció que aquellos testículos iban a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡La hora había llegado! Me bastó un segundo para arrojar a mí músculoso bello y rugbier esposo al suelo de una poderosa patada en los huevos y echarle encima la punta filoso del taco de mí bota en la abertura del pene. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Levanté la bota y examiné los testículos. Sí, estaban bien destrozados, completamente reventados. Apoyé la mano sobre el testículo izquierdoy la mantuve así largo tiempo. Estaba bien muerto. El izquiedo no volvería a molestarme.

    Si ustedes continúan tomándome por loca dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para reventarlos completamente. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el pene. Le corté la cabeza del pito en pedacitos del mismo tamaño.

    Luego corté los dos testículos y los puse en un jarrón de vidrio. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre.

    Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?.Hallé a una mujer y un hombre, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, una vecina había escuchado un ruído de soprano, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún acto de defensa personal. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a dos agentes para que registraran el lugar.

  4. #34
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    Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los dos oficiales y les expliqué que mí ex-esposo había lanzado aquel grito cuando le dí en sus testículos. Les hice saber que me quiso atacar y yo me defendí aprovechando su punto débil. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación de donde se hallaba mí esposo castrado. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los dos agentes que descansaran allí de su fatiga, mientras yo misma, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba la botella con los dos testículos y el pene de mí esposo.

    La oficial se sentía satisfecha. Mis argumentos la habían convencido. Por parte del oficial, los argumentos no eran convincentes. Entonces se sentaron y continuamos hablando, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálida y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

    Sin duda, debí de ponerme muy pálida, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Como si las observaciones de aquel hombre oficial me enfureciera. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia. ¡Confieso que lo castré sin ningún motivo! ¡Abré esas piernas señor oficial! ¡Reventaré tus horribles testículos!

    Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... Me bastó un segundo para abrirme de piernas y arrojarlo al suelo de una poderoso puñetazo a los huevos. Luego echarmé encima.

  5. #35
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    Policía de mente podrida, perverso -dije, y comence a jugar con él. La mujer policía le sostuvo las manos y yo conseguí abrirle el cierre del jean, y le arranqué el protector de huevos.
    Luego lo tire al suelo, y la mujer policía se lo machaco con sus fuertes botas, aunque era más duro que una piedra, como que estaban hechos con un nuevo material plástico. Le saqué el pantalón, y luego el calzoncillo, y finalmente le encaje una patada en los testículos. Se alejó tambaleándose, a pesar de que no había sido un patada tan impresionante, pero el hombre policía gimoteaba oh oh oh, sin saber dónde estaba o qué pasaba, y yo me reía con ganas, mientras la oficial lo picaneaba en los huevos. Lo que debo decir la picana es una verdaderamente arma, un solo presionar bastaba para dejar los testículos echos a la miseria.

    Los huevos eran pequeñitos, repugnantes. Nos burlamos del pito pequeño, de sus diminutos huevitos. Luego comenzamos con el tratamiento de la bota,
    veinte patadas cada una, en total cien. Y entonces de los huevos del oficial brotaron chorros de sangre roja. Nada más que de ver esos huevos me enfermaba.

    La oficial dijo, con una sonrisa amplia y una gran carcajada:

    -Bueno, los varones. Son todos una porquería. Y le preguntó a su compañero
    -¿Cómo esta, botellón de semen barato?

    Le puso dos esposas y se lo llevo de la grande, bella mansión de mí ex-esposo, ahora mía.

    Y luego la oficial me dijo eres inocente disfruta de tu bella mansión.


    F I N

  6. #36
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    Siguiente Historia.


    Yo soy Sofía, príncesa de Eternia y defensora del castillo “Escroto Roto”. Ella es Potrilla mi más querida amiga.

    Estaba pensando en vez de Disney Wold, Balllbusting Wold. En vez de sacarte una foto con Mickey con cara de contento, te la sacas dándole una fuerte patada en los huevos con tu bota a elección. Le podés dar a una fuerte patada a pluto el perro de Mickey. Y decirle a Mini que Mickey la engaña con otra mujer.

  7. #37
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    muy buenas tus historias sofxx, la del testiculo delator la mejor...

  8. #38
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    un0s meses atrás escribí s0bre la mansi0n, una casa grande, para ir a divertirse, g0lpear y reventar huev0s.

    Les pas0 un dibuj0 de un0s de mís fans.......

    Attachment 21442

    Adriana es una mujer muy imp0rtante que decidi0 pasar una n0che, divertida en la Mansi0n

  9. #39
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    Ella pasa p0r diferentes habitaci0nes, para ver grand0tes huev0s y hacerles l0 que ella desea.

  10. #40
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    Attachment 21444

    0tr0 dibuj0 de mi hist0ria, La Mansi0n.

  11. #41
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    0tr0 dibuj0 de mi his0ria

    n0 hice y0 el dibuj0 per0 si la hist0ria

    Attachment 21445

  12. #42
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    te imagino a vos la que entre a una habitacion donde este yo y me agarres las bolas a patadas

  13. #43
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    esta es la mejor de tus hitorias sofxxx ...

  14. #44
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    muchas gracias

    0tr0 dibuj0 de un fan....


    s0bre la mansi0n

    Attachment 21446

  15. #45
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    Me entere que en Argentina hay elecci0nes, le dedic0 esta hist0ria a mí amiga Delfi....

    H0la s0y Delfina, y les cuent0 mi hist0ria. Me gusta much0 c0rrer y también jja ja je je. L0s que a la may0ria de l0s chic0s n0 le gusta. Je je je. Ir p0r la calle y patearles la b0las.
    Estam0s cansadas de que p0r ser mujeres, n0 p0dm0s hacer l0 que amam0s. Ir p0r la plaza a divertirn0s, dar g0lpes en las b0las. P0r es0 v0ten a nuestr0 patid0, crearem0s el día de “G0lpes en las b0las”. En ese dia estará t0d0 permitid0. Ja jae.

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